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MIGUEL TRILLO
IDENTIDADES
En vez de una banda sonora de cuatro décadas (de los 70 a la actualidad), lo que expongo es una banda visual, un tratado de jóvenes con pintas, jóvenes urbanos con actitud que hablan del placer del cuerpo vestido. Muestro una huella dactilar de unas maneras de vivir, una cartografía humana del politeísmo de la música juvenil.
Es un homenaje al público que está en los conciertos, a la gente callejera. No es un paseo de la fama. Apenas si hay caras conocidas, estrellas. Pero sí mucho meteorito suelto. Vidas aceleradas que en aquel momento estaban contentas. Se gustaban. Qué mejor que dar con un fotógrafo que los convierte en una obra de creación.
No son modelos, no son actores representando el papel de otro. Se representan a sí mismos. Nada de maniquíes. Practico una fotografía cercana al “teatro-verité”, seres reales sudando su propia camiseta, su ropa como segunda piel.
Nací cuando nació el rock y mi biografía, mi obra se ha convertido en un travelling generacional paralelo, aunque con los años haya cambiado el espacio de mira. En los años 80 apenas viajaba, no salía de Madrid, de mi casa al concierto. En los 90 viajé por España y alrededores. Y en la actualidad me he centrado en Asia, en sus enormes ciudades como metáfora del futuro, de un futuro mestizo de oriente y occidente.
Es una fotografía de cuando no pasa nada. No me gustan las imágenes ruidosas. Exhibo fotos tranquilas, pero significativas. En ellas los retratados miran con naturalidad a los ojos de la cámara. Busco los silencios de esas miradas, miradas llenas de intensidad.
Son retratos de personas vestidas para seducir y ser seducidos. Sin seducción no habría juventud. Y sus uniformes no engañan. Un joven puede mentir con las palabras, pero la ropa le delata. Aunque estos uniformes no son impuestos, son voluntarios, creados no para el trabajo o la obediencia, para negar el pensamiento, sino para la diversión. Son cuerpos construidos, con conocimiento de causa, productos de su tiempo y de vivencias afines.
Los trajes regionales son trajes-fronteras, unidos a una tradición segregadora. Las tradiciones buscan el sometimiento al pasado, al territorio. Debajo de esas ropas siempre se encuentran reglas, pecados... Yo hablo de una internacional juvenil que ha minimizado las diferencias de género, raza, religión, lengua o clase.
Además de una escritura con la luz, en mis fotos asumo una escritura con el tiempo. Muchos de mis retratados son adolescentes (del latín, adolesco = crecer), es decir, personas en crecimiento, que todavía no lo son. He construido un caleidoscopio de seres y tiempos provisionales. La cámara fotográfica convertida en cámara frigorífica de material perecedero.
La creación es un placer solitario. Y el placer es también un aprendizaje. En mi caso fotografío a la intemperie dentro de una multitud. Pero trabajo sin prisas. Con la paciencia de un pescador de caña. Acudo a los lugares donde preveo banco de peces. Y allí me quedo, pasándolo bien mientras tanto y consciente de que el artista es un ser reincidente.
En la exposición no hay una visión historicista. Intento poner en práctica un documentalismo reflexivo, de “arte y ensayo”, en el que predomine más la imagen descriptiva que la narrativa, donde sobresalga la fotografía argumentativa. Al final, tanta acumulación de realidades ajenas produce una sensación de obra de ficción, de un relato subjetivo de seres narcisistas aprendiendo a volar desde distintas pistas festivas.
Mi fotografía es producto de la insistencia, de la acumulación. Insisto, luego existo. Esa sería mi máxima.
Uno de los trabajos que mejor representa esta nueva forma de aproximación a los fenómenos sociales es la obra de Miguel Trillo, con su obsesiva exploración de las tribus urbanas y un estilo que podríamos llamar “de colaboración”, en el que se rompe con la poética del momento decisivo para sustituirlo por la plena consciencia del sujeto, que admite posar para el fotógrafo. Lo rural, lo carpetovetónico deja poco a poco paso a la vida cotidiana de un país nuevo y netamente urbano.
(Ramón Esparza. Exit Express no 15, 2005).
Sus imágenes tienen una sorprendente coherencia y ese punto de equilibrio que las convierten en relevantes documentos visuales.
(Publio López Mondéjar. “España. Diez Miradas”, 2005).
Viajero, con un dedo en la foto-registro, apropiacionista, con sentido de la interveción y de alejar de sí mismo la neutralidad, de entre los nuevos autores españoles es una extraña pieza para quien la fotografía significa la extensión de su gusto por la movida y por la reflexión.
(Margarita Ledo. “Documentalismo fotográfico”, 1998).
Esta fantástica fauna y flora, reflejada como nadie en las fotografías de Miguel Trillo o en los improbables extras del primer Almodóvar, no se dejaba llevar y era plenamente consciente de su papel.
(José Manuel Costa. “Primero fue la Gente”. –catálogo La Movida, 2007-).
El primer ejemplo lo tenemos en Miguel Trillo, de quien por fin se presenta una exposición suficientemente amplia como para valorar el conjunto de su trayectoria. (...) Aislado de la anecdótica circulación a la que se han visto sometidas sus imágenes durante muchos años, lo que aparece es un continuado proceso de aproximación hacia las subculturas, sus formas, sus opciones estéticas y sus rituales expresivos.
(Alberto Martín. “Las historias detrás del documento”. Babelia. El País, 18.04.2009).
Las imágenes de Miguel Trillo poseen una validez que transciende la plástica y cobran importancia en tanto que retratan una sociedad en constante transformación.
(Iván de la Torre Amerighi. Exit Express no 44, 2009).
Una selección con la suficiente enjundia como para entender al completo su mirada -admirablemente constante y convencida- que gira en torno a historias comunes de seres humanos peculiares.
(Sema d’Acosta. El Cultural, El Mundo 15.05.2009).
MIGUEL TRILLO. Jimena de la Frontera (Cádiz), 1953.
Licenciado en Lingüística y en Imagen por la Universidad de Madrid. Desde finales de los años 70 ha retratado a jóvenes en un entorno musical (conciertos de rock, fiestas en discotecas). En los 80 en Madrid convierte a los personajes no famosos de la Movida en su objetivo primordial (exposición Pop Purrí en la galería Ovidio -1982- y en la sala Amadís -1983- y edición anónima de seis números del fanzine Rockocó, 1980-1985). Al inicio de los 90 realiza para el El País Semanal un retrato de la juventud española en pequeñas capitales de provincia. Dicha obra la expone en la galería Moriarty (1992), de Madrid, con el título Souvenirs, editando como catálogo tiras de postales turísticas. En 1993 transforma la galería El Manantial, de Barcelona, en una tienda de souvenirs con sus fotos reproducidas en objetos turísticos. Desde 1994 vive en Barcelona, donde ha desarrollado la serie Geografía Moderna, un viaje por fronteras lingüísticas o territoriales de la Península Ibérica. Con estos retratos ha editado sellos de correos (revista El Europeo –1997-, galería H2O, de Barcelona –1999 y 2004-). En la actualidad trabaja en tres proyectos: Zoom, retratos de jóvenes inmigrantes -en conciertos y discotecas- reproducidos en tarjetas telefónicas. Gigasiápolis, retratos de la cultura juvenil surgida en las megaciudades del continente asiático. Y Desfile/Parade, retratos de jóvenes caribeños en las fronteras portátiles de Nueva York. (Más información en el libro “Miguel Trillo, Identidades”, editorial Actar 2009).