

Desde mediados del siglo xx numerosos artistas trabajan con la autobiografía como una parte central de su trabajo, y en muchos casos esta autorreferencialidad es la única materia prima de sus obras artísticas. Estos trabajos no solo ponen de manifiesto la relevancia y la importancia del yo en la sociedad contemporánea, sino también nuestra relación con el otro.
La autobiografía va más allá del autorretrato, los selfies o el relato personal. Desde la primera persona necesitamos autorrepresentarnos, obsesivamente, para imaginar, relatar o inventar nuestra identidad, construyendo de esta forma nuestra propia historia. Somos lo que revelamos, pero en ese proceso, paradójicamente, acabamos revelando lo que no somos.
La exposición de ViSiONA 2015, con el título Yo, me, mí, contigo, reúne obras de once artistas nacionales e internacionales cuyo trabajo se centra en estas prácticas artísticas autobiográficas, haciendo de y con ellos mismos su propia creación, para lo que abordan desde diferentes campos y distintas aproximaciones el concepto contemporáneo del yo. Estos artistas (se) miran desde cuestiones de género, raza, cuerpo, identidad, memoria, familia, pérdida, olvido, enfermedad o paso del tiempo en una interminable búsqueda de su propia identidad, haciendo partícipe al espectador de ese proceso, siempre en construcción.
Cualquiera de los trabajos autobiográficos incluidos en esta exposición contiene elementos inventados, y cualquiera de las ficciones que se muestran es, hasta cierto punto, autobiográfica, lo que nos confunde como espectadores sobre qué es realidad y qué es ficción, desorientándonos sobre lo real de nuestras fantasías y lo ficticio de nuestras vivencias. Yo, me, mí, contigo incluye fotografías, vídeos e instalaciones de los artistas Elina Brotherus, Esther Ferrer, Sophie Calle, Claude Cahun, John Coplans, Guy Ben-Ner, Óscar Muñoz, Ana Mendieta, Miguel Ángel Rebollo, José Oltra y Faustino Villa.
Una parte de estos artistas entienden su trabajo como una prolongación de su propia vida y representan sus experiencias y sus vivencias cotidianas, transformando su obra en una especie de álbum público de sus vidas privadas. Otros, sin embargo, parten de la imaginación, de la construcción de sus autorrepresentaciones, y en el proceso inventan narraciones que las hacen funcionar como una especie de relatos de ficción. Estas dos posiciones tan dispares y antagónicas en sus discursos artísticos, la realidad y la ficción, acaban siendo una misma cosa, mezclándose, uniéndose y confundiéndose, y generando finalmente una nueva categoría estética propia de esta época. Los trabajos autobiográficos/ficcionados de los artistas incluidos en esta exposición se evidencian de alguna manera como una forma de desdoblamiento de los propias artistas, que se sitúan fuera de ellos mismos, contemplándose, haciéndonos contemplarlos, para que nos demos cuenta de que en realidad (nos) contemplamos a (nos)otros mismos.
Yo, me, mí, contigo cuenta también con una parte interactiva en la que el público podrá mandar y compartir sus selfies, que serán incluidos en la propia exposición, cuestionando si el selfie no es más que una versión tecnológica del autorretrato o si, por el contrario, se ha convertido por sí mismo en un nuevo estilo y un nuevo género de (auto)representación (#yoymiselfie).
Dentro de la sala de exposiciones existe un espacio dedicado a la documentación bibliográfica y videográfica sobre el uso y la importancia de las prácticas autobiográficas en el arte y el pensamiento contemporáneos. Este espacio cuenta con una extensión online. Por otra parte, con motivo de la muestra se ha diseñado un completo programa educativo que incluye visitas y talleres didácticos programados para diversos públicos, colectivos y grupos escolares. Asimismo se ha editado un catálogo que incluye, además de reproducciones de los trabajos expuestos, textos de Pedro Vicente, Nerea Ubieto, Gemma San Cornelio y Elena Zapata.
ESTHER FERRER
Autorretrato en el tiempo es el título de una de las instalaciones, probablemente, más conocidas de Esther Ferrer. Perteneciente a la serie El libro de las cabezas, iniciada en 1981, la obra posee un carácter procesual e inacabado. A partir de 1981 y sin una periodicidad fija —en general cada cinco años, si bien el intervalo para la primera fotografía fue de nueve—, la artista se hace una foto, un retrato que secciona por la mitad, y monta las dos mitades resultantes con todas las mitades correspondientes a la foto o retrato anterior. Este proceso o sistema lleva a que haya dos versiones del año 1989, seis de 1994, doce de 1999, y así sucesivamente hasta la actualidad. La obra, por lo tanto, posee cierto carácter seriado. El resultado no es sino una reflexión sobre la acción del tiempo en su propio cuerpo. Si bien se trata de imágenes estáticas, neutrales y hasta cierto punto asépticas, la acción propia de autorretratarse nos lleva a la acción, al hecho performativo de preparar un escenario neutro en el que situarse y enfrentarse al objetivo. La obra resultante bien podría ser considerada testigo y documentación del acto performativo, un acto al que la artista añade más ingredientes y constantes de su obra, como son la presencia humana, el tiempo y su paso, la repetición o el infinito —inherente al carácter inacabado y en curso del proceso de creación de la obra o a su previsible existencia más allá de la vida de su autora—.
© Helena López Camacho
Desde mediados del siglo xx numerosos artistas trabajan con la autobiografía como una parte central de su trabajo, y en muchos casos esta autorreferencialidad es la única materia prima de sus obras artísticas. Estos trabajos no solo ponen de manifiesto la relevancia y la importancia del yo en la sociedad contemporánea, sino también nuestra relación con el otro.
La autobiografía va más allá del autorretrato, los selfies o el relato personal. Desde la primera persona necesitamos autorrepresentarnos, obsesivamente, para imaginar, relatar o inventar nuestra identidad, construyendo de esta forma nuestra propia historia. Somos lo que revelamos, pero en ese proceso, paradójicamente, acabamos revelando lo que no somos.
La exposición de ViSiONA 2015, con el título Yo, me, mí, contigo, reúne obras de once artistas nacionales e internacionales cuyo trabajo se centra en estas prácticas artísticas autobiográficas, haciendo de y con ellos mismos su propia creación, para lo que abordan desde diferentes campos y distintas aproximaciones el concepto contemporáneo del yo. Estos artistas (se) miran desde cuestiones de género, raza, cuerpo, identidad, memoria, familia, pérdida, olvido, enfermedad o paso del tiempo en una interminable búsqueda de su propia identidad, haciendo partícipe al espectador de ese proceso, siempre en construcción.
Cualquiera de los trabajos autobiográficos incluidos en esta exposición contiene elementos inventados, y cualquiera de las ficciones que se muestran es, hasta cierto punto, autobiográfica, lo que nos confunde como espectadores sobre qué es realidad y qué es ficción, desorientándonos sobre lo real de nuestras fantasías y lo ficticio de nuestras vivencias. Yo, me, mí, contigo incluye fotografías, vídeos e instalaciones de los artistas Elina Brotherus, Esther Ferrer, Sophie Calle, Claude Cahun, John Coplans, Guy Ben-Ner, Óscar Muñoz, Ana Mendieta, Miguel Ángel Rebollo, José Oltra y Faustino Villa.
Una parte de estos artistas entienden su trabajo como una prolongación de su propia vida y representan sus experiencias y sus vivencias cotidianas, transformando su obra en una especie de álbum público de sus vidas privadas. Otros, sin embargo, parten de la imaginación, de la construcción de sus autorrepresentaciones, y en el proceso inventan narraciones que las hacen funcionar como una especie de relatos de ficción. Estas dos posiciones tan dispares y antagónicas en sus discursos artísticos, la realidad y la ficción, acaban siendo una misma cosa, mezclándose, uniéndose y confundiéndose, y generando finalmente una nueva categoría estética propia de esta época. Los trabajos autobiográficos/ficcionados de los artistas incluidos en esta exposición se evidencian de alguna manera como una forma de desdoblamiento de los propias artistas, que se sitúan fuera de ellos mismos, contemplándose, haciéndonos contemplarlos, para que nos demos cuenta de que en realidad (nos) contemplamos a (nos)otros mismos.
Yo, me, mí, contigo cuenta también con una parte interactiva en la que el público podrá mandar y compartir sus selfies, que serán incluidos en la propia exposición, cuestionando si el selfie no es más que una versión tecnológica del autorretrato o si, por el contrario, se ha convertido por sí mismo en un nuevo estilo y un nuevo género de (auto)representación (#yoymiselfie).
Dentro de la sala de exposiciones existe un espacio dedicado a la documentación bibliográfica y videográfica sobre el uso y la importancia de las prácticas autobiográficas en el arte y el pensamiento contemporáneos. Este espacio cuenta con una extensión online. Por otra parte, con motivo de la muestra se ha diseñado un completo programa educativo que incluye visitas y talleres didácticos programados para diversos públicos, colectivos y grupos escolares. Asimismo se ha editado un catálogo que incluye, además de reproducciones de los trabajos expuestos, textos de Pedro Vicente, Nerea Ubieto, Gemma San Cornelio y Elena Zapata.
ESTHER FERRER
Autorretrato en el tiempo es el título de una de las instalaciones, probablemente, más conocidas de Esther Ferrer. Perteneciente a la serie El libro de las cabezas, iniciada en 1981, la obra posee un carácter procesual e inacabado. A partir de 1981 y sin una periodicidad fija —en general cada cinco años, si bien el intervalo para la primera fotografía fue de nueve—, la artista se hace una foto, un retrato que secciona por la mitad, y monta las dos mitades resultantes con todas las mitades correspondientes a la foto o retrato anterior. Este proceso o sistema lleva a que haya dos versiones del año 1989, seis de 1994, doce de 1999, y así sucesivamente hasta la actualidad. La obra, por lo tanto, posee cierto carácter seriado. El resultado no es sino una reflexión sobre la acción del tiempo en su propio cuerpo. Si bien se trata de imágenes estáticas, neutrales y hasta cierto punto asépticas, la acción propia de autorretratarse nos lleva a la acción, al hecho performativo de preparar un escenario neutro en el que situarse y enfrentarse al objetivo. La obra resultante bien podría ser considerada testigo y documentación del acto performativo, un acto al que la artista añade más ingredientes y constantes de su obra, como son la presencia humana, el tiempo y su paso, la repetición o el infinito —inherente al carácter inacabado y en curso del proceso de creación de la obra o a su previsible existencia más allá de la vida de su autora—.
© Helena López Camacho