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espaivisor presenta la primera exposición donde se muestran juntos los trabajos de Jürgen Klauke (Alemania, 1943) y Sergio Zevallos (Perú, 1962), planteando así una particular revisión del trabajo sobre el cuerpo a partir del diálogo entre ambos artistas, los cuales provienen de generaciones y lugares diferentes y se apoyan en el medio fotográfico como soporte final. El cuerpo es uno de los elementos protagonista a lo largo de toda la Historia del Arte, convirtiéndose así en uno de los pilares en los que se ha basado la producción artística desde sus comienzos, desde la escultura de la antigüedad clásica hasta el cuerpo posthumano. Podemos, incluso, realizar una lectura de la Historia del Arte simplemente a partir del hilo narrativo corporal, sólo a partir del cuerpo y de sus representaciones y presentaciones, así como de sus diferentes concepciones y usos.
Klauke y Zevallos desarrollan un trabajo con unos límites porosos, y aunque la fotografía es la protagonista y es el medio a partir del cual ambos construyen imágenes para lograr una deconstrucción de las identidades y estructuras, en su trabajo hay una fuerte presencia de lo performativo. Las piezas seleccionadas para esta exposición nos muestran dos posicionamientos, que aunque a primera vista presentan muchas similitudes visuales, nos revelan dos cuerpos. Dos cuerpos que se acercan y se alejan, que poseen puntos de unión y fricción. Ambos artistas buscan una subversión a través de la mirada, esa mirada que durante toda la Historia del Arte ha observado cuerpos, especialmente femeninos, desde la perspectiva patriarcal, donde la mujer es objeto para ser mirado. En estos trabajos la mirada se encuentra con un cuerpo extraño que no encaja dentro de los códigos establecidos. Ambos crean cuerpos extraños, con prótesis, posturas transgresoras o utilizando iconografías fuera de su ámbito, elementos no normativos que escapan a esas reglas construidas e impuestas y que conforman nuevas subjetividades.
Jürgen Klauke desarrolla su trabajo desde 1968 en la ciudad de Colonia, un lugar no precario, con una fuerte y sólida construcción de la escena artística a partir de las instituciones, y otros agentes que conforman el movimiento artístico de la ciudad. A principios de los años 70 el artista empieza a trabajar en unas de sus series más relevantes, Transformer, a la cual pertenecen todas las piezas presentes en esta exposición. Una de las intenciones de Klauke era realizar una crítica contra la concepción artística de la sociedad burguesa de la postguerra, pero también contra esa sociedad entendida de una forma más general, contra sus ideas y conceptos más conservadores, buscando la provocación en un contexto cerrado e inflexible.
Existe una relación entre el trabajo de Jürgen Klauke y el de Pierre Molinier y Hans Bellmer, dos fuertes influencias declaradas por el artista, sobre todo por la necesidad de encontrar una forma de provocar y por el tratamiento que hicieron ambos artistas de la sexualidad. En la pieza Boddys (1970) la influencia de Bellmer con una apropiación de sus formas es evidente; estamos ante un cuerpo cosificado, un cuerpo que adopta formas antropomórficas pero sin llegar a ser mimético. Esta pieza enlaza con los primeros trabajos de Klauke en los que la fotografía aún no se había convertido en su medio principal, sino que adoptaba una función de apoyo al dibujo con el cual construía diarios donde éste era el protagonista. Boddys destaca también por el fondo utilizado, un elemento que va cambiando a lo largo de la serie Transformer; aquí encontramos un fondo concreto, un lugar ruinoso utilizado para acentuar el carácter mórbido de la figura. Desde este lugar con una significación determinada, las piezas de Klauke se van desplazando hasta llegar al vacío, a un escenario más neutro, casi al no escenario, dotando así al cuerpo del protagonismo absoluto, como ocurre con Seibziger (1974) y Transformer (1973).
En la pieza Transformer el color inunda la imagen; si Klauke empezó a trabajar con la fotografía debido a la necesidad de buscar un medio que le ayudara a expresar sus ideas, el empleo del color también viene marcado por esa motivación. En esta fotografía el color se convierte en un amplificador, como él mismo lo ha definido, en un elemento que ayuda a construir y a visualizar las múltiples identidades y géneros. Al color se suman otros elementos, como prótesis o maquillaje que potencian esa nueva identidad/es para cuestionar la figura del hombre como elemento visible y representativo de una sociedad y plantear así la existencia de “otros” hombres posibles.
No podemos obviar o pasar por alto las ideas de Judith Butler sobre la teoría de la performatividad del género que empezaron a tomar relevancia en los años noventa. Para Butler la performatividad “no es un acto único, sino una repetición (...), una duración temporal sostenida culturalmente” (Judith Butler, El género en disputa, 1999). Klauke construye distintas imágenes donde su cuerpo de hombre ha adoptado múltiples identidades, adoptando un carácter polisémico, y rompiendo así las nociones tradicionales de género y los valores culturalmente impuestos. En Self Performance (1972/1973) utiliza desde elementos dulces o bucólicos hasta otros con una carga sexual mucho más evidente, simulando fluidos corporales o aperturas vaginales, para llegar al cuestionamiento de lo masculino pero también de lo femenino. El artista construye esta “coreografía” de imágenes, a modo de fotosecuencia, donde no encontramos un concepto clásico de la narración pero sí existe una conexión entre cada imagen que compone la pieza.
Al mismo tiempo, el recurso de la construcción de imágenes sin una narración clásica es también utilizado por Sergio Zevallos en Suburbios. Incluso podríamos definir esta estrategia con un término cinematográfico, podríamos hablar de una ausencia de raccord en las diferentes imágenes que componen las series. Zevallos nos plantea un recorrido por diversos escenarios de Lima, un desplazamiento que él mismo identifica como una deambulación. Este paseo sin rumbo o dirección establecida se convierte en fotografías que muestran momentos aislados, momentos congelados del recorrido por los diferentes escenarios de los suburbios.
La selección de piezas de Sergio Zevallos mostradas en esta exposición forma parte de la producción del artista dentro del Grupo Chaclacayo, al cual perteneció entre 1982 y 1994. Durante ese tiempo los miembros del grupo, Helmut Psotta, Raúl Avellaneda y el propio Sergio Zevallos, compartieron en las afueras de Lima espacio creativo y de vida, pero también relaciones de afectividad. El grupo convivió en esta casa situada en la zona de Chaclacayo, de la que toma su nombre, hasta 1989, fecha en la que emigraron a Alemania. A pesar de hablar de un grupo estamos ante piezas de autoría individual donde el concepto de grupo se traslada a un proceso vital en el que creación, experiencia vivida y relaciones sexuales y afectivas se convierten en un todo complejo. Todo esto ocurría en Perú en los años ochenta, escenario de una gran crisis económica y social que vio surgir grupos terroristas como Sendero Luminoso. La violencia era un factor cotidiano en la sociedad de ese momento y lugar, un elemento más con el cual se debía convivir, una violencia institucionalizada que creaba una sociedad marcada por el terror.
Estamos ante la representación de un cuerpo postcolonial, una construcción compleja que nos plantea muchas preguntas en torno a la conjugación de las tradiciones e imágenes europeas con la cultura propia, el proceso de independencia y la adaptación de la Ilustración, la construcción de las propias identidades latinoamericanas, el desarrollo de los sistemas de poder institucionalizados... El antropólogo Arjun Appadurai alude a la migración de imágenes cómo consecuencia de la globalización, imágenes en desplazamiento que son consumidas por espectadores desterritorializados, creando así nuevas subjetividades. Si aplicamos estas ideas al trabajo de Zevallos vemos como el artista ha construido las imágenes de Suburbios a partir de diferentes referentes de origen europeo. En este caso, estos referentes europeos actúan como el elemento desterritorializado, pero al mezclarse con su propia experiencia y necesidad, crean un nuevo espacio subjetivo a través del juego con diferentes tiempos.
Zevallos disecciona su contexto espaciotemporal a partir de un trabajo en el que la carga sexual y la iconografía religiosa adoptan un papel protagonista. Para ello construye “otros” cuerpos, “otras” historias, en un intento por visibilizar sexualidades disidentes, sumando su entorno de experimentación personal y artística. En Martirios la presencia de la iconografía de la Mater Dolorosa es la protagonista, atada con cuerdas que reflejan la constricción, la violencia, el dolor y el sufrimiento, tan presente tanto en la imaginería barroca como en el Perú de esa época. Zevallos utiliza, al igual que Klauke, el maquillaje como un juego entre las acciones asignadas a los diferentes géneros, para romper así las categorías cerradas. En este caso, el maquillaje también encarna la idea del blanqueamiento racial, evidenciando las estrategias coloniales en torno a la blanquitud, donde lo blanco se identifica con lo bueno/superior, y lo negro/mestizo con lo malo/inferior.
Sin embargo, la blanquitud en el trabajo de Zevallos nos lleva a referentes como el libertino de los siglos XVII y XVIII, imagen con la cual ya había trabajado en fotografías previas al grupo, o el Pierrot de la cultura italiana del siglo XVI convertido en un Pierrot de alto contenido erótico. Por ejemplo, en la serie Velatorio las prácticas sexuales y el placer se mezclan con la muerte, siempre presente, reviviendo momentos de éxtasis propios del Barroco. Los lugares por los que el cuerpo deambula se convierten en escenario representativo de diferentes estructuras o grupos sociales. Esto lo observamos en las fotografías de Cuartel, aludiendo a la militarización o al poder militar, o en las de la Casona, con su arquitectura aristocrática pero a la vez decadente que convive con referencias a imágenes de cadáveres encontrados en fosas, reflejo de las técnicas de exterminio aplicadas a algunas comunidades peruanas. Existe una necesidad de atacar el orden establecido, de cuestionar las narrativas dominantes coloniales (patriarcado, historia, religión, política...).
Pero no sólo la escenografía empleada nos muestra la inestabilidad del momento, la técnica utilizada en la toma de las fotografías también es una reflejo de esa precariedad. Las primeras fotografías que se hicieron fueron realizadas por fotógrafos ambulantes que trabajaban en la ciudad de Lima con un formato mucho más pequeño (9 x 14 cm aproximadamente). El resultado era una imagen en negativo muy precaria, caracterizada por manchas, veladuras, desenfoques, o pequeñas ocultaciones no deliberadas. Posteriormente se han realizado los positivos de estas imágenes a partir del escaneado y ampliación pero conservando esa fragilidad presente en el ambiente.
En definitva, dos cuerpos diferentes, Jürgen Klauke y Sergio Zevallos, que muestran “otros” cuerpos, cuerpos travestidos que proponen una desobediencia ante unas estructuras fijas e impuestas, desarrollando “otra” performatividad de carácter crítico y resistente.
Sandra Moros